Hay días que el espejo no nos ve, y nosotros ni siquiera nos acercamos a él, días en lo que no sabemos cómo somos, en donde estamos y tampoco interesa mucho saberlo, existen momentos en la vida que ni siquiera son momentos, es como si fuésemos etéreos y queremos simplemente terminar de ser, vivir el día a la vez, no encontramos la salida, y en el camino de lo que parece ser un laberinto, todo parece estar oscuro, existe como una vela a medio encender la confianza que todo pasa que todo termina y que nada es para siempre y así como la felicidad, el amor, la paz y la calma son momentáneos, también la oscuridad de la cual nos cubrimos esos días sombríos que nada ni nadie nos consuela y tampoco permitimos que lo hagan.
Es como la resignación a que la oscuridad haga lo que guste, que nos llene la mente de neblina y nos confunda, que no permita no ser entre el ser. Toda oscuridad está formada por detalles que alguna vez fueron luz, y tal vez mañana después de llover todo cese, todo se calme. Quedarse sentado es la paz de la oscuridad, sentir que el tiempo pasa y al mismo tiempo ¡qué más da!, el tiempo, lo que haga o lo que quiera ser son relativos y también vale un carajo.
Simplemente hoy quiero estar aquí, que nadie me rescate, es como si permitiera que la sombra me haga presa de sus pasiones que me dicen que tal vez no haya salida, y que en ese laberinto solo hasta que recobre el amor de nuevo, podré disfrutar del mundo allá afuera
Todos quieren ocultar esos hoyos negros donde no son lo que saben que son, al final es explorar cada uno de los lugares es digno de un tiempo.
Dejenme estar y tener la sensación que podré salir de este silencio y oscuridad.
Siempre lo hago.